miércoles, 25 de junio de 2014

Ojos del corazón.



Me vi obligado a ser quien no era para no olvidar su amor. La ternura de sus caricias y los mimos que alguna vez me dijeron que callara los gritos de la locura para así poder tener a mi lado, los abrazos de un amor que me diera más de lo que yo necesitaba. Y su mirada tan bella, que pocos modales los míos que no la trataban como era debido. Una lluvia de elogios que no bastaban para que el amor se exprese tan claro como era debido. Mañana, tarde y noche pienso en ella desde que ya no la tengo en mis brazos. Su aroma poco a poco se va y ya nada queda, nada que recordar más que momentos de buen vivir y ocasiones de alegre pasar en la poca vida que nos tocó estar juntos. No estoy loco, se los aseguro. Yo estoy tan cuerdo como tú y como cualquiera, por qué loco estaría alguien que para no olvidar lo mejor de una persona, se quedase con algo de ella. En mi caso, sus ojos, esos hermosos ojos que a veces pienso que bien me harían tenerlos en mis manos para verlos todos los días y así alegrar el comienzo de cada mañana. Pero no estoy loco, eso estoy seguro.
50 años han pasado de los llantos y las alegrías perdidas de un mundo desmoronado. No hay fantasía más gratificante que volver a ver a alguien pasar por estos lados y mostrarme una sonrisa para recordar que se siente estar feliz. Es la llegada, entonces de quien el rio arrastra con fuerza, la corriente brusca y maltrata. Es un milagro que esté viva y sin más que unos raspones, la llevo a cuidado mío en mi cabaña montañesca, la bella más bella de todas, la dama del agua del cielo que cae para hacerme compañía. Y aún que se que cuando despierte se irá para siempre, recordaré las pocas horas como si fueran eternas.  Y entonces pasa, ni yo me lo creo, cuantos días aquí junto a mi lado, su presencia como una vela me ilumina cada noche y me sonríe para que olvide que mal eh fallado en la vida.
-          Gracias si, y que no puedo hacer otra cosa que lo que ahora hago. Que no soy sirvienta alguna enviada de los cielos aún que usted me vea como un ángel. Pero siento que pronto su presencia ya dejara de ser visible en estos lados. Su edad, su anciana edad. Y me quedaré a su lado hasta que eso pase. Mi gratitud será la confianza, mi labor su cuidado. Déjeme llamarlo padre si me lo permite. Llámeme hija si lo desee.

3 años han pasado y mi vida se va, ella me a cuidado desde que la recogí, no recuerdo si en el bosque o en el rio. Mi memoria me falla tanto que temo olvidarla algún día. Pero algo me lo impide, su mirar, su hermoso mirar y frente a mí, los ojos más hermosos que eh visto en mi desgraciada vida. Tan hermosos que se parecen a los de mi amada. Y qué vergüenza la mía, que ni me acuerdo del nombre de mi amada. Sus ojos que me miran y me vuelven más joven. Siempre tan buena, siempre tan humilde. Una hija que nunca tendré porque ya no valgo para seguir vivo. Ya eh cumplido con mi parte en esta vida y aún así no quiero irme, porque estoy seguro que cuando me valla no volveré a ver los ojos más hermosos de este mundo. Aquellos ojos que me miran con el corazón… 

sebastián cañete. - . shido