martes, 9 de julio de 2013

Noches de luz, oscuridad y sangre. Capítulo 4 “géminis”



Por que la vida abecés duele, otras no tanto. Por qué no siempre se recibe lo que uno espera. El destino cambia y no lo sabemos hasta vivirlo. Porque fue él quien se interpuso y cambio mi vida y mi destino. Tan ciego fui que nunca lo note, entonces ella… si, ella, como olvidarla… solo y sin su presencia llegue a mi locura.
Cuando la vi supe que sería mi tipo de chica. Nos encontramos en la misma clase de medicina que cursábamos luego de acabar el primer año. Su rostro recubierto de pequeñas pequitas y su largo cabello enrulado y colorido, esa silueta esbelta y delgada, quien no se enamoraría de ella sería un verdadero tonto. Más allá de una simple amistad, pensé que podría llegar a contemplarla de otra manera. Más no sucedió y fui rechazado por primera vez. El dolor que mi corazón sentía era enorme. Me costó mucho superarlo. Perdí toda conexión con ella y desaparecí de su vida para siempre, podría decirse que lo había tomado bastante bien como cualquier otra persona lo hubiera hecho, pero yo no era una persona normal y aun hasta estos días me sigo sorprendiendo de mis acciones pasadas y de los pecados que cometí.
Lo conocí a él, Luiz. Un gran amigo que tras mi tristeza y soledad supo animarme luego de mi recaída, una noche que salimos y jugamos al pool juntos con unos amigos más del grupo de estudios. Siempre conté con él para apaciguar malos momentos sin mencionar que era una buena excusa para no tener que beber solo. Incluso vivíamos en el mismo departamento. Será tanto el tiempo que llevo encerrado y aislado del mundo que ya no recuerdo como era su rostro. Pobre de mí que los años me han maltratado. Entonces eso ocurrió, la traición en la amistad. Los vi juntos por primera vez una tarde de domingo, cuando paseaba por ahí. Supe que era lo que tramaba y me opuse ante su relación sin dudarlo. Ella lo quería, lo amaba tanto que me repugnaba el paladar. Verlos caminar juntos tomados de la mano y ver como se besaban, hacía que la ira y el enojo se volvieran difíciles de controlar. No tuve más que hacer que dejar la vida seguir su curso y negando lo que mis ojos habían visto.
Las mentiras eran fáciles para Luiz, más yo no podía evitar disimular las emociones y era notable no estar de acuerdo con su relación. Por más veces que me lo negara, sabía de antemano que aquella bastarda le pertenecía. Era suya y no mía, porque el destino lo quiso así. Él lo tenía todo, encanto, confianza y un gran gusto por la moda. No recuerdo bien su rostro o su voz, pero lo demás era suficiente para ganársela a ella y a cualquier otra que se le cruzase. Yo en cambio no teníamás que la misma personalidad que tengo en este mismo instante. Muerta y carente de toda emoción.
Cuando cruce palabras con ella luego de no hablarle por bastante tiempo, se sorprendió de tal forma que parecía atónita ante mi presencia. Pudo reconocerme fácilmente pero con miedo, algo de asombro, se apartó tan rápido que volví a caer en el rechazo de aquel momento.
Cuando la noche era fresca, aquella lluvia que golpeaba la ventana y los truenos que resonaban en el cielo, ocultaban la discusión que tenía con mi amigo, quien me culpaba de ser yo la influencia en ella para no quererlo y sentirse odiado como yo lo estaba en ese entonces y aun me siento. Fue culpa mía por cruzarme con ella, el hecho de que ya no podían verse más. No sabíapor qué exactamente y en parte me sentía feliz por escucharlo decir sus absurdas quejas sin sentido. En mi interior sentía que si yo no podía estar con ella, el tampoco debería como paga a la traición de nuestra amistad y sin ningún sentimiento de culpa, negando toda emoción al respecto me retire luego de cenar para dormir en mi habitación.
Esa noche obligado a despertar en la madrugada me abrieron miles de ideas cuando encontré en la mesita de luz aquella nota entre las sombras que decía “si yo no puedo tenerla, nadie la tendrá”. Corrí rápido a la habitación de Luiz y golpeé  su puerta gritando su nombre, como no obtuve respuesta alguna tumbe la puerta y entre. Fue una gran sorpresa no ver a nadie y rápidamente supe adonde podía estar en ese momento. Tome mi campera de cuero marrón y me dirigí al departamento de ella para asegurarme de que estuviera bien, sin saber siquiera la dirección exacta de su ubicación. En el camino alerte a las autoridades para que estuvieran antes que él. Tantas ideas se me cruzaron en mis pensamientos, esperando que lo peor no sucediera porque, si bien la odie, también la amaba, pero ni todo el amor que tenía en mi corazón pudo evitar que el destino… ese maldito destino impidiera que ella estuviese a salvo antes de que llegara. La puerta de su departamento abierta, una  suave briza que provenía de la ventana corría  por todo el lugar. Mis lágrimas caían al suelo llenas de dolor. Verlo a Luiz pasar la navaja en su cuello, mi navaja para ser más exactos y profundizar un corte de oreja a oreja me dejo impactado y shokeado. La tomo de los pelos y la empujo hacía atrás para luego introducir su manoderecha dentro del hueco que en su garganta arrancando carne, huesos y piel. Sus brazos enchastrados y bañados en sangre. El rostro salpicado al igual que su campera de cuero marrón. Y me di cuenta, ya no tenía mi campera marrón ni mi navaja y mis brazos ensangrentados, mi rostro salpicado a pesar de estar lejos como para ser alcanzado por el fuerte chorro que salto de su garganta. Pronuncie aquella frase que recuerdo en mis pesadillas. “si no puedo tenerla, nadie la tendrá”. Mis brazos sujetando su cuello y un trozo de carne de los músculos arrancados del desgarrador corte abierto. Mi campera puesta y manchada con sangre, una pequeña unión entre la piel y un musculo interno expuesto sostenía su cabeza con el resto del cuerpo. Tire tan fuerte que arranque la cabeza por completo y la puse frente a mi rostro. “si yo no puedo tenerla, nadie la tendrá”, lo repetí  tantas veces pude y su corazón, el cual me había lastimado tanto, corte su pecho y se lo arranque, lo deje caer al piso y lo pise dejando una mancha irreconocible en la alfombra.
Por culpa del destino, por su culpa y la de ella fue que termine así. Ya tanto tiempo sufriendo inexplicables torturas por otros que como yo, son culpables de llevar la palabra pecado grava en sangre sobre la frente. Tantos años que tarde en darme cuenta de que no fue Luiz el culpable, porque nunca existió, porque yo lo creé y fui yo quien enloqueció en rabia, celos y locura caótica. Arrancando sus pensamientos y sus emociones con mis manos.
La policía había entrado minutos después de que la carnicería  terminase. No había forma de explicar lo sucedido, jamás podrían entenderme ni en mil años. Porque era el único culpable, el único causante de la muerte de esa joven y hermosa estudiante.
A pesar de tener en cuenta que había matado a alguien mediante una segunda identidad creada por mi propia mente, no logro entender como un “Luiz”, acaba de pagar mi fianza hace tan solo unas horas. Y soy libre nuevamente, lo veo y allí esta él. Su sonrisa, su mirada, su corte de cabello. Lo recuerdo muy claro esta vez, porqueél es yo, y yo soy el. Y esta justo enfrente mió. Ahora, y en este momento….

élestá enfrente de mí.

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