Creepypastas capítulo 5 “¿sabes que hora es?”
Mientras miraba por la ventana en su casita del árbol, Finn
dejó caer un bostezo largo y pesado que le dio a entender que era demasiado
tarde y ya era la hora de dormir. Se acobijó entre las pieles que cubrían su
cama, serró los ojos y se durmió
profundamente. Pensaba en pequeños momentos llenos de aventura que en
algún momento vivió con su mejor amigo. Cuando despertó, Jake estaba preparando
el desayuno, miró a Finn y notó que su playera estaba algo apretada.
Jake- oye hermano, tal ves sea impresión mía pero creo que
has crecido un poco.- dijo sorprendido mientras llevaba la comida a la mesa.
Jake- lo que necesitas es ropa nueva.
Cuando terminaron de desayunar se dirigieron a visitar a la
princesa de trapo, sería la adecuada para resolver el problema de Finn.
Mientras salían, Jake presionó a su amigo para dejar su espada y su mochila en
la casa. Recordaban juntos que el Lynch ya no estaba y que los villanos que
frecuentaban por los alrededores habían escapado. Cuando logro convencerlo
ambos se dirigieron en busca de una muda
de ropa para Finn. La claridad del día deslumbraba y su belleza mostraba los
logros que ambos habían conseguido erradicando al mal. Pero una mirada de
angustia que se mostraba en el rostro de aquel humano triste lo comenzaba a
afectar lentamente.
Finn- oye Jake, ¿Cuánto viven los perros?- dijo Finn.
Jake- tu tranquilo y yo nervioso hermanito, que soy perro
mágico y aun me quedan unos cuantos años por ladrar.- dijo Jake riendo a
carcajadas.
El rostro de Finn parecía ocultar un poco de angustia debajo
de una sonrisa falsa y decidido a no tocar el tema y seguir caminando junto a
su amigo, cantando y recordando grandes momentos. Luego de conseguir aquella
playera nueva que le quedaba a la perfección, Finn le pregunto a la princesa de
trapo si podía hacer algo por ella, de esa forma agradecería aun más el esfuerzo
de la joven al empeñar tal dedicación en
su trabajo. Sin embargo no consiguió más que amargar su día.
p. de trapo- pues no tengo nada más que pedirte, tu lo has
hecho todo. Me has salvado tantas veces que eh perdido la cuenta. Pero si de
algo te pidiera es que te quedases
conmigo un tiempo. Tu sabes, mi reino vacío y triste solo está habitado por mí
y nadie más.
Finn acepto la oferta y se quedo con ella todo el día y la
noche. Jake se había ido retirado antes, debía atender a sus cachorros arcoíris
y a su esposa que no había visto en todo el día. Luego de despedirse de la
princesa de trapo, Finn se dirigió a casa de Marcelyn para distraerse. Cuando
llego y la vio quedo impresionado. Marcelyn vestía con un traje similar al de
su padre.
Marcelyn- que sorpresa verte por aquí a estas horas amigo.
¿Queres quedarte a comer conmigo?
Finn- me parece genial pero, ¿Por qué la vestimenta tan
elegante?, me suena familiar.
Marcelyn- pues mi padre esta tan ocupado que otra ves me a
fastidiado para ayudarlo en la geosfera. Es algo monótono pero tiene sus
beneficios. Y sin engaños, pues me lo a pedido de la mejor forma. Ya no veo
motivos por el que deba estar tan distanciada de él. Digo, cuantos años más con
el mismo rollo.
Finn se empezó a sentir algo incómodo y ya sentado, volvió a
ponerse de pie, miró a su amiga. No dijo ninguna palabra y se marcho por la
puerta. Cuando Marcelyn trato de convencerlo para que se quedase, este se negó.
Pero luego de insistir tanto, Finn empujo con fuerza a Marcelyn aventándola al
suelo, ensuciándola con la salsa de tomate que se encontraba en la mesa a la
que golpeo al rodar por el piso. Un momento de silencio y Finn rápidamente la
levantó a la pobre vampira con sus manos
y disculpandose de su acto se dispuso a cocinar nuevamente la cena.
Marcelyn- valla Finn, esta es la segunda vez que me golpeas.
Recuerdo aquella otra vez cuando nos conocimos y los dejé a ti y a Jake vivir
en mi vieja casa del árbol.
Finn rio un poco preocupado, pero visto todo como un
malentendido llevó a la mesa una gran
cacerola de espagueti. Habían pasado ya diez años desde que la tranquilidad se
había acostumbrado al mundo. Mientras comían, un pequeño repaso en sus
recuerdos distrajo al joven cuando el tema de las demás princesas, tocaron tema
en la discusión. La pobre princesa de trapo, un trapo solo y triste que se refregaba en su propio rostro y tristeza que nadie más podía ver. La princesa
mora se había marchitado junto con su reino. Grumosa murió de hambre tras fugarse nuevamente de su casa
y caer abandonada por culpa de su arrogante forma de ser, por consecuencia su
única amiga, la princesa Tortuga, decidió cerrar la biblioteca y quedarse allí dentro hasta estos tiempos.
La dulce princesa optó por crear a su semejanza una pareja echa de caramelo
solo para ella, luego de rechazar la proposición de amor de Finn. Quien
perdió a la princesa Flama cuando esta,
poco a poco comenzó a extinguirse dejando una pequeña llama que el doliente
humano sostuvo en sus pequeñas manos hasta que esta se consumió por completo. Y
el rey helado quien no aguanto más la soledad y su propia locura, era cuidado
por Marcelyn. Siendo ella la única que entendía al pobre loco.
Cuantas cosas habían pasado en tan solo 10 años y gran parte
de la vida de nuestro héroe, se veía reflejada en ella. Ya no era un niño,
había crecido pero su inocencia aun se mantenía intacta. Finn dejo de comer y
una pequeña lagrima rodo por su mejilla hasta llegar al plato de comida. Se
disculpó y se retiró de la casa de Marcelyn haciendo un gesto humilde, pero
falso. Ella no lo detuvo esta vez sino
lo acompaño hasta la puerta y luego le pregunto.
Marcelyn- ¿Por qué no dejas a Jake y su familia que vivan
juntos? Puedes venir y vivir conmigo si lo deseas. Prometo no morderte.
Finn no respondió a su pregunta, solo se quitó aquel viejo
gorro que la princesa de trapo había arreglado en una ocasión, dejando caer el
largo cabello rubio que había vuelto a crecer con el tiempo. Le pidió a
Marcelyn que lo ayudara a trenzar su cabello en una única trenza.
Finn- este largo cabello a veces molesta un poco, pero creo
que lo usare así desde hoy.- dijo Finn, reprimiendo la tristeza de su corazón
que luchaba por salir.
Le entrego el gorro a Marcelyn y ella sonrió y se lo coloco
en la cabeza.
Marcelyn- hey Finn, ¿sabes que hora es?- dijo Marcelyn en
tono alegre y divertido.
Finn- es hora de que todo termine.- dijo Finn y se acercO al
rostro de Marcelyn temblando y con miedo coloco sus manos en el rostro de su
amiga, serró los ojos y beso su frente muy suavemente. Marcelyn se
ruborizó y como si un reflejo fuese lo abrazo tan fuerte que dejo salir las
emociones más ocultas de su corazón de
vampira. A lo lejos se veía la silueta de Finn, el humano, caminando solo y
desapareciendo en la neblina. Llego a su casa, Jake lo estaba esperando
preocupado, había tardado tanto en llegar que su amigo empezó a preocuparse.
Cuando se fueron a dormir, Finn le propuso traer a Arcoíris y sus hijos a vivir
en la vieja casa del árbol. Jake se sintió tan sorprendido que le prometió a su
amigo ir al día siguiente de aventuras como en los viejos que en su momento
fueron los mejores de su vida. Pero ahora solo ahogaban sus deseos de vivir de
seguir viviendo y así toda la noche, despertaron al pobre que no podía
descansar y que había entendido que su vida no era más que la de un cualquiera.
Ya no era nadie importante según él mismo y no tenía motivo para seguir
viviendo de manera falsa e inútil.
Jake despertó y fue rápido con su amigo gritando.
Jake- vamos Finn despierta, ya es de día y te prometí una aventura para hoy.
Luego de revolver todas las pieles, no encontró a nadie. La
cama estaba vacía y no había indicios de Finn en ninguna parte. Salió al jardín
y gritando su nombre más y más fuerte, esperó que Finn respondiera pero no
consiguió respuesta alguna y comenzaba a impacientarse. Ya habían pasado unas
cuantas horas después de la mañana que llevaba sin ver a su amigo. Podría estar
en cualquier lado, pero en lugar de esperar decidió buscarlo hasta encontrarlo.
Fue a muchos sitios hasta que por fin recordó de un viejo lugar al que
últimamente frecuentaban de vez en cuando. Un enorme árbol que ocupaba gran
terreno, ocultaba al otro lado a su amigo.
Jake- oye hermanito, ¿sabes qué hora es?- repitió Jake
esperando que la emoción y diversión que habían perdido, volviese a aparecer
como si nunca se hubiese ido
Pero Finn no respondió, el silencio era absoluto y esto
preocupo más a Jake. Se acercó para ver si realmente se encontraba detrás de
aquel árbol, cuando llego a rodearlo por completo encontró a Finn y se dio
cuenta por que no pudo responderle. Una soga larga amarrada al cuello de Finn
lo sujetaba. Llevaba su ropa restaurada pero sin el gorro, tenía la mochila
verde con él cierre abierto y podía verse la vieja caja de música de su
madrastra moverse y dando las ultimas notas musicales que se ajustaban al suave
ruido de las ramas del árbol moviéndose con el viento. En el suelo estaba
clavada una espada dorada, agrietada y en ruinas. Jake tomó la espada, se
estiro para envolver el cuerpo de su amigo
y corto la cuerda que lo mantenía colgado. Podía sentir su cuerpo frio y
tieso, como si se hubiese colgado en la madrugada y el frio de la noche lo
hubiera congelado. Se quedó con el
abrazando y dándole pequeñas caricias en su cabeza. Preguntándole una y otra
vez.
“hey Finn, ¿sabes qué hora es?” …
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