miércoles, 20 de noviembre de 2013

Los cortos de shido. Capítulo 7
Espejos.

En su mirada, me inquieta ver como solo queda allí e imita mis movimientos, su burla su manera de divertirse y me da tanta impotencia y tanta desdicha que nada puedo hacer. Mi amada que me calma y me protege, sus brazos que me tranquilizan. Pero miro sobre su hombro, mi cabeza reposando, lo veo a él. Una burla, es indigno y me llena de ira.
-          No quiero ese espejo en nuestra habitación, quitaras mi reflejo de mi vista y lo romperás, romperás ese espejo y todos los que estén en la casa.- le dije con odio esperando que pudiera lograr liberarme de las miradas de aquellos farsantes.
Ha pasado tiempo y en estos años no me eh visto el rostro. No me interesa que tan demacrado este y que tan viejo me vea. Los rostros de aquellas que quedaron en el pasado vuelven a mi tras un reluciente plato de comida que mi esposa me trae a la cama.
-          Me muestras el horror y lo dejas reflejarse en mí. Su rostro horrible y retorcido que me mira, se ríe y se burla de mi persona.
Por qué la desdicha me revela la verdad, me quita la vida poco a poco.
-          Amor mío.- pronuncio con voz temblorosa y preocupado.- ¿Quién es él? ¿A quien reflejas en tu mirada que me mira tan profundamente?
La mujer con miedo y desesperación da unos pasos y retrocede, porque el miedo la obliga y la incita a escapar de mis manos. Es otro reflejo, otro más que hay que borrar. Su mirada que de mí se burla y se oculta en los rápidos parpados de mi amada. Corre lejos de mí y atropella a su voluntad, escapa  y se lleva consigo lo profundo de mi ser que seguirá su burla hasta el final de los tiempos. Corre y se aleja, se aleja y la pierdo, hasta que tropieza y cae. Su vestido enredado  en sus piernas, la lluvia en su rostro confunde sus lágrimas con las gotas de agua que caen del cielo. Me mira de reojo y yo no la veo a ella, solo veo a aquel bastardo que se muestra en sus ojos.
-          Es un espejo.- grito desesperado y lanzo sobre ella.- tu mirada es un espejo y yo me reflejo en cada ojo tuyo mi bella y preciada.
La sujeto fuertemente del cuello y comienzo a estrangularla. Aprieto más y más hundiendo mis dedos en su garganta y acabando con su vida y con mi miseria. Acabo con ella, levanto sus parpados y veo entre lágrimas que él aún sigue ahí. Me cuesta creer que su figura desaparecerá aún si ella no vuelve a mirarme a la cara. Arranco sus ojos con mi navaja de bolsillo. Los arranco a los dos y me los como. Por qué sé que nunca más los volveré a ver. Ver, que es lo que mis ojos ven, está por todos lados, me rodea, me sofoca, me mira con odio. Bastardos como cristales de un espejo roto y maldito.
Primero el izquierdo y después el derecho. Si me quito la vista, no volveré a verlos nunca jamás.

Los cortos de shido. Capítulo 8.
Deambulando



Es tarde y no tengo sueño, es de día y no hay nadie. Las mañanas son frías y me da miedo salir de la cama. Es fuerte el viento que se siente y por más que me tape con cuantas mantas tenga a la mano, sigo padeciendo un frío invernal en mi cuerpo que parece cada día más pálido y débil. Ya no veo  gente caminar en la casa, en la calle. Ya no veo  el transito apresurado como siempre. Cuanto a cambiado el mundo  y cuanto eh cambiado yo. Tan solo yo soy quien está en este mundo, sin nadie y nada más que mi presencia que muestra tristeza y soledad ¿es acaso este el fin del mundo? ¿y seré el único digno de vivirlo?
Tantas cosas que hacer, tantos lugares a donde ir. Mi cuerpo solo pálido y pesado, no envejece ni muere, me da el gusto de aprovechar, de vivir y de disfrutar. Ahora es el mundo mi mundo y solo mío. Hare con el lo que quiera y lo disfrutaré. Volveré esa amargura en una felicidad eterna y no extrañare a nadie, por que se y estoy seguro que nadie me extraña. Todos están muertos. La existencia de alguien más es imposible, el mundo es mío ahora y no caeré en la desgracia de siempre y a la que estoy acostumbrado a vivir.
Entonces lo veo, allí a lo lejos ¿pero quién es? Un pequeño gato blanco con unos hermosos ojos celestes que me hipnotizan con su mirada. Tiene que ser mío porque nadie más en este mundo le dará cariño.
-          Ven hermoso minino y deja que te cuide y te mime, serás mi mascota porque nadie más en este mundo podrá posar tu mano en tu lomo y brindarte una caricia.
El pequeño salta y se aleja y yo lo sigo, lo sigo hasta el infinito por que nada hay que perder y a nadie hay que esperar. Porque estoy solo y él también. Brinca por aquí y por allá, lo veo saltar de un lugar a otro y lo sigo. Muy detrás y sin perderlo, entonces entiendo lo que quiere, se que no escapa, no huye de mí, me está guiando, me lleva a algún lado. Él es mi guía y mi bendición, la materialización de mi ángel guardián quien me guía por el buen camino. Lo sigo, lo sigo por siempre y no lo pierdo jamás. Ese gato blanco como el vestido de un ángel y salta como si volara por los cielos. Me guía en mi mundo infinito, libre de preocupaciones.
Días y meses los sigo y no trato de alcanzarlo porque lo dejo tomar el mejor camino. Todo está bien y siento en mi corazón alivio y esperanza. Seré quien en este mundo cree un poco de esperanza y viviré por todos los que ahora no están. Seremos yo y mi ángel guardián quienes viviremos por todos.
Por fin se detiene, no se ha cansado, solo señala con su mirada y me decidí donde ir. La entrada de un panteón y siento la saliva que se atora en la garganta, me cuesta tragar, sé que me mostrara algo importante, no desconfió de él, de mi ángel guardián. El me guiara por el buen camino y no me fallara, me mostrara la razón que tengo y seguiré viviendo en este mundo. Por fin llego al final y esta oscuro, mas frio y húmedo que de costumbre. Una tumba en el piso con un nombre en él, reconozco ese nombre porque soy yo. Es mi tumba y mi cuerpo allí enterrado y en la presencia de mi ángel ante mis dudas me habla con una voz suave pero triste.
“bienvenido al purgatorio”

Los cortos de shido. Capítulo 9.
Rosas carmesí.



Veía a lo lejos un infinito y majestuoso paisaje que adornaba la vista de cualquiera con su belleza. Hermosas eran aquellas, tan suaves y pequeñas las rozas blancas que decoraban el pie de una vieja colina y entre ellas un aroma que deleitaba con su esencia. Se las llevaría a su hermana enferma que padecía de males incurables. Ella tendida en la cama y su cuerpo casi inmóvil, no respondía a los llamados de su cuidador que daba suaves golpes a la puerta de madera. Por eso entraba sin su permiso y le entregaba un hermoso ramo de rosas blancas y las colocaba en una jarra de porcelana de color blanco.
-          Otra vez has entrado sin golpear, que costumbre la tuya hermano, que no respetas la tranquilidad de mi cuarto. Mi santuario y mi privacidad.
-          Pero si golpeé, es que no respondes a mis llamados niña tonta, como se si aún sigues viva si no te escucho ni murmullos ni quejidos.
-          Deja igual, que este cuerpo ya está débil y no hay quien lo cure ¿Por qué pelear contigo a estas alturas? ¿y eso que es?
-          Son rosas, blancas como tu piel.
Una débil mano alzaba con temblor sus pocas fuerzas y acariciaba los pétalos más cerca que tenía a su alcance. El roce con estos le devolvía la sonrisa perdida que una vez mantuvo en armonía su cuerpo y unas lágrimas que se deslizaban sobre sus mejillas la envolvían de amargura nuevamente.
-          ¿Cuándo me traerás al menos una rosa roja a decorar mi triste habitación?
-          Es que no las encuentro por ninguna parte, como si no quisieran crecer. Son las blancas las únicas que puedo conseguirte.
Él sabía que tiempo ya no tenía. Tal vez hoy, tal vez mañana abriría la puerta de la habitación de su hermana y la encontraría sin vida, reposando su cuerpo tieso y pálido en soledad y tristeza. Fue entonces a la sima de la colina, escalo y busco por todas partes aquellas rosas rojas que esperanzado le daría el descanso a su hermana. Pero fue inútil el esfuerzo y la búsqueda con ojos ciegos. No había rosas rojas en ninguna parte. Solo blancas y nada más. Entonces ocurrió, resbalo y callo de la montaña llevando consigo su esfuerzo inútil y su fracaso. Golpe tras golpe descendía y poco a poco iba perdiendo sus pertenencias al caer. Todo menos un cuchillo de enormes proporciones que salió de su funda y por acto del mismo destino se incrusto en su abdomen luego de que este finalizo su larga caída hacia los rosales blancos que se encontraban al pie de la colina. Se levantó lentamente y retiro la hoja del cuchillo de su cuerpo, dejando caer sobre las rosas aplastadas la sangre que brotaba sin parar de su enorme herida.
-          Rosas… rosas rojas. Por fin las encuentro, tan cerca de mí, las veo y si, son hermosas sin duda.
Da unos pasos luego de tomar algunas y cae al suelo bruscamente. Su cuerpo inmóvil en un colchón de rosas rojas que absorbían su vida lentamente.

La preocupada hermana, herida y dolida. No soporta la desesperación y piensa lo peor mientras espera el regreso de su hermano que no vuelve jamás. Y con fuerzas desconocidas por ella misma, se levanta, toma su abrigo y su bastón, se dirige lentamente a la entrada principal de aquella vieja cabaña. Abre la puerta y observa, sus ojos grandes de la impresión. Las rosas blancas desde su jardín hasta lo lejos ahora son todas rojas carmesí. 


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