Los cortos de shido. Capítulo 7
Espejos.
En su mirada, me inquieta ver como solo queda allí e imita
mis movimientos, su burla su manera de divertirse y me da tanta impotencia y
tanta desdicha que nada puedo hacer. Mi amada que me calma y me protege, sus brazos
que me tranquilizan. Pero miro sobre su hombro, mi cabeza reposando, lo veo a
él. Una burla, es indigno y me llena de ira.
-
No quiero ese espejo en nuestra habitación,
quitaras mi reflejo de mi vista y lo romperás, romperás ese espejo y todos los
que estén en la casa.- le dije con odio esperando que pudiera lograr liberarme
de las miradas de aquellos farsantes.
Ha pasado tiempo y en estos años no me eh visto el rostro.
No me interesa que tan demacrado este y que tan viejo me vea. Los rostros de
aquellas que quedaron en el pasado vuelven a mi tras un reluciente plato de
comida que mi esposa me trae a la cama.
-
Me muestras el horror y lo dejas reflejarse en
mí. Su rostro horrible y retorcido que me mira, se ríe y se burla de mi
persona.
Por qué la desdicha me revela la verdad, me quita la vida
poco a poco.
-
Amor mío.- pronuncio con voz temblorosa y
preocupado.- ¿Quién es él? ¿A quien reflejas en tu mirada que me mira tan
profundamente?
La mujer con miedo y desesperación da unos pasos y
retrocede, porque el miedo la obliga y la incita a escapar de mis manos. Es
otro reflejo, otro más que hay que borrar. Su mirada que de mí se burla y se
oculta en los rápidos parpados de mi amada. Corre lejos de mí y atropella a su
voluntad, escapa y se lleva consigo lo
profundo de mi ser que seguirá su burla hasta el final de los tiempos. Corre y
se aleja, se aleja y la pierdo, hasta que tropieza y cae. Su vestido
enredado en sus piernas, la lluvia en su
rostro confunde sus lágrimas con las gotas de agua que caen del cielo. Me mira
de reojo y yo no la veo a ella, solo veo a aquel bastardo que se muestra en sus
ojos.
-
Es un espejo.- grito desesperado y lanzo sobre
ella.- tu mirada es un espejo y yo me reflejo en cada ojo tuyo mi bella y
preciada.
La sujeto fuertemente del cuello y comienzo a estrangularla.
Aprieto más y más hundiendo mis dedos en su garganta y acabando con su vida y
con mi miseria. Acabo con ella, levanto sus parpados y veo entre lágrimas que
él aún sigue ahí. Me cuesta creer que su figura desaparecerá aún si ella no
vuelve a mirarme a la cara. Arranco sus ojos con mi navaja de bolsillo. Los
arranco a los dos y me los como. Por qué sé que nunca más los volveré a ver.
Ver, que es lo que mis ojos ven, está por todos lados, me rodea, me sofoca, me
mira con odio. Bastardos como cristales de un espejo roto y maldito.
Primero el izquierdo y después el derecho. Si me quito la
vista, no volveré a verlos nunca jamás.
Los cortos de shido. Capítulo 8.
Deambulando
Es tarde y no tengo sueño, es de día y no hay nadie. Las
mañanas son frías y me da miedo salir de la cama. Es fuerte el viento que se
siente y por más que me tape con cuantas mantas tenga a la mano, sigo
padeciendo un frío invernal en mi cuerpo que parece cada día más pálido y
débil. Ya no veo gente caminar en la casa,
en la calle. Ya no veo el transito
apresurado como siempre. Cuanto a cambiado el mundo y cuanto eh cambiado yo. Tan solo yo soy
quien está en este mundo, sin nadie y nada más que mi presencia que muestra
tristeza y soledad ¿es acaso este el fin del mundo? ¿y seré el único digno de
vivirlo?
Tantas cosas que hacer, tantos lugares a donde ir. Mi cuerpo
solo pálido y pesado, no envejece ni muere, me da el gusto de aprovechar, de
vivir y de disfrutar. Ahora es el mundo mi mundo y solo mío. Hare con el lo que
quiera y lo disfrutaré. Volveré esa amargura en una felicidad eterna y no
extrañare a nadie, por que se y estoy seguro que nadie me extraña. Todos están
muertos. La existencia de alguien más es imposible, el mundo es mío ahora y no
caeré en la desgracia de siempre y a la que estoy acostumbrado a vivir.
Entonces lo veo, allí a lo lejos ¿pero quién es? Un pequeño
gato blanco con unos hermosos ojos celestes que me hipnotizan con su mirada.
Tiene que ser mío porque nadie más en este mundo le dará cariño.
-
Ven hermoso minino y deja que te cuide y te
mime, serás mi mascota porque nadie más en este mundo podrá posar tu mano en tu
lomo y brindarte una caricia.
El pequeño salta y se aleja y yo lo sigo, lo sigo hasta el
infinito por que nada hay que perder y a nadie hay que esperar. Porque estoy
solo y él también. Brinca por aquí y por allá, lo veo saltar de un lugar a otro
y lo sigo. Muy detrás y sin perderlo, entonces entiendo lo que quiere, se que
no escapa, no huye de mí, me está guiando, me lleva a algún lado. Él es mi guía
y mi bendición, la materialización de mi ángel guardián quien me guía por el
buen camino. Lo sigo, lo sigo por siempre y no lo pierdo jamás. Ese gato blanco
como el vestido de un ángel y salta como si volara por los cielos. Me guía en
mi mundo infinito, libre de preocupaciones.
Días y meses los sigo y no trato de alcanzarlo porque lo
dejo tomar el mejor camino. Todo está bien y siento en mi corazón alivio y
esperanza. Seré quien en este mundo cree un poco de esperanza y viviré por
todos los que ahora no están. Seremos yo y mi ángel guardián quienes viviremos
por todos.
Por fin se detiene, no se ha cansado, solo señala con su
mirada y me decidí donde ir. La entrada de un panteón y siento la saliva que se
atora en la garganta, me cuesta tragar, sé que me mostrara algo importante, no desconfió
de él, de mi ángel guardián. El me guiara por el buen camino y no me fallara,
me mostrara la razón que tengo y seguiré viviendo en este mundo. Por fin llego
al final y esta oscuro, mas frio y húmedo que de costumbre. Una tumba en el
piso con un nombre en él, reconozco ese nombre porque soy yo. Es mi tumba y mi
cuerpo allí enterrado y en la presencia de mi ángel ante mis dudas me habla con
una voz suave pero triste.
“bienvenido al purgatorio”
Los cortos de shido. Capítulo 9.
Rosas carmesí.
Veía a lo lejos un infinito y majestuoso paisaje que
adornaba la vista de cualquiera con su belleza. Hermosas eran aquellas, tan
suaves y pequeñas las rozas blancas que decoraban el pie de una vieja colina y
entre ellas un aroma que deleitaba con su esencia. Se las llevaría a su hermana
enferma que padecía de males incurables. Ella tendida en la cama y su cuerpo
casi inmóvil, no respondía a los llamados de su cuidador que daba suaves golpes
a la puerta de madera. Por eso entraba sin su permiso y le entregaba un hermoso
ramo de rosas blancas y las colocaba en una jarra de porcelana de color blanco.
-
Otra vez has entrado sin golpear, que costumbre
la tuya hermano, que no respetas la tranquilidad de mi cuarto. Mi santuario y mi
privacidad.
-
Pero si golpeé, es que no respondes a mis
llamados niña tonta, como se si aún sigues viva si no te escucho ni murmullos
ni quejidos.
-
Deja igual, que este cuerpo ya está débil y no
hay quien lo cure ¿Por qué pelear contigo a estas alturas? ¿y eso que es?
-
Son rosas, blancas como tu piel.
Una débil mano alzaba con temblor sus pocas fuerzas y
acariciaba los pétalos más cerca que tenía a su alcance. El roce con estos le
devolvía la sonrisa perdida que una vez mantuvo en armonía su cuerpo y unas lágrimas
que se deslizaban sobre sus mejillas la envolvían de amargura nuevamente.
-
¿Cuándo me traerás al menos una rosa roja a
decorar mi triste habitación?
-
Es que no las encuentro por ninguna parte, como
si no quisieran crecer. Son las blancas las únicas que puedo conseguirte.
Él sabía que tiempo ya no tenía. Tal vez hoy, tal vez mañana
abriría la puerta de la habitación de su hermana y la encontraría sin vida,
reposando su cuerpo tieso y pálido en soledad y tristeza. Fue entonces a la
sima de la colina, escalo y busco por todas partes aquellas rosas rojas que
esperanzado le daría el descanso a su hermana. Pero fue inútil el esfuerzo y la
búsqueda con ojos ciegos. No había rosas rojas en ninguna parte. Solo blancas y
nada más. Entonces ocurrió, resbalo y callo de la montaña llevando consigo su
esfuerzo inútil y su fracaso. Golpe tras golpe descendía y poco a poco iba
perdiendo sus pertenencias al caer. Todo menos un cuchillo de enormes
proporciones que salió de su funda y por acto del mismo destino se incrusto en
su abdomen luego de que este finalizo su larga caída hacia los rosales blancos
que se encontraban al pie de la colina. Se levantó lentamente y retiro la hoja
del cuchillo de su cuerpo, dejando caer sobre las rosas aplastadas la sangre
que brotaba sin parar de su enorme herida.
-
Rosas… rosas rojas. Por fin las encuentro, tan
cerca de mí, las veo y si, son hermosas sin duda.
Da unos pasos luego de tomar algunas y cae al suelo
bruscamente. Su cuerpo inmóvil en un colchón de rosas rojas que absorbían su
vida lentamente.
La preocupada hermana, herida y dolida. No soporta la
desesperación y piensa lo peor mientras espera el regreso de su hermano que no
vuelve jamás. Y con fuerzas desconocidas por ella misma, se levanta, toma su
abrigo y su bastón, se dirige lentamente a la entrada principal de aquella
vieja cabaña. Abre la puerta y observa, sus ojos grandes de la impresión. Las
rosas blancas desde su jardín hasta lo lejos ahora son todas rojas carmesí.
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